Los muebles de nuestro mejor cliente
Por TuLady, el 04/11/2021

Me habían dicho que era un hombre algo peculiar, pero no imaginaba cuanto... Se trataba de un encuentro informal, que debía durar unos minutos, los justos para recoger unos documentos y volver a la oficina. El señor Vázquez era un cliente muy importante y por supuesto no hubo ningún problema en ir a su casa a por ellos. Me recibió personalmente en una casa espectacular, se disculpó porque me iba a dejar sola unos instantes y mientras me hizo pasar a una pequeña salita situada cerca de la entrada.
Me costó unos instantes acostumbrarme a la semi penumbra de una estancia que parecía sacada de una novela del siglo XIX. Chimenea, estanterías de color roble, paredes, suelo y cortinas de color granate y de repente, algo me hizo retroceder... parpadeé varias veces por si estaba delirando... Había una mujer arrodillada desnuda con las manos atadas a la espalda, con sus grandes pechos colgando y mostrando un trasero del que colgaba una cola animal, pero es que además sostenía una pieza de cristal... ¡Era una mujer convertida en mesa! Estaba callada, aparentemente a salvo, tranquila pesar del grito que inconscientemente yo había lanzado. Sin creer lo que estaba viendo me acerqué a tocar, para comprobar que era de carne y hueso.
Aún no había salido de mi asombro cuando entró nuestro cliente, esta vez sin la bata de estar por casa, y con total naturalidad, dejó en la mujer-mesa los documentos que yo debía recoger. Llegué a pensar que era alguna especie de prueba, broma o similar, después de todo era la nueva en el trabajo. Mientras me preguntaba si quería tomar algo, se sirvió una copa que apoyó en la mesa y se puso a comentarme cosas . La mujer seguía sin moverse, solo se escuchaba su leve respiración. Pensé que debía estar de lo más incómoda... ¿tendría agujetas? y sobre todo, ¿qué diablos hacía allí?
Sin atreverme a preguntar ni a que mi desconcierto fuera evidente, cuando el cliente acabó con sus instrucciones recogí los papeles y me acompañó hasta la puerta. Me metí en el coche sin poder quitarme la imagen de la mujer-mesa, desnuda, que formaba parte de la decoración de aquella sala como un mueble más.
Regresé a la oficina. No pensaba comentar nada de lo ocurrido, teniendo en cuenta que se trataba de uno de nuestros principales clientes. La voz de mi compañero me sacó de mi ensimismamiento:
-Carla, ya estás aquí, pensaba que tardarías más, al señor Vázquez le gusta enseñar su casa a los empleados nuevos.
-En realidad solo he estado en una especie de salita, dije yo a duras penas
-Tiene buen gusto, aunque algo peculiar, ¿verdad? Otro día tal vez te enseñe el resto...
Un guiño al acabar la frase me dio a entender que volvería a ver a la mujer-mesa, y quién sabe qué más...
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