Elisa y la ventana

Por RedLips, el 05/04/2016

Elisa y la ventana

La primera vez no fue intencionado, Elisa salió del baño desnuda y se acercó a la cómoda que estaba al lado de la ventana. Era junio y hacía buena temperatura. Las cortinas estaban echadas habitualmente e impedían la visión desde fuera, pero ese día un golpe de viento las agitó y mostró su cuerpo en todo su esplendor. No hubiera pasado nada si, también por casualidad, ese hombre no hubiera estado mirando desde la ventana de enfrente. Ni cerca ni lejos, lo suficiente como para que se cruzara con su mirada fascinada por el descubrimiento y la visión de su cuerpo. Lo bastante como para que él notara el rubor de su cara al saberse desnuda ante un extraño.

Él, después de unos instantes se retiró como si nada hubiera pasado. Pero sí, sí había pasado, se había encendido una chispa dentro de ella, literalmente ese fuego que describían los libros que solía leer, y que no había sentido hasta ahora por nadie. Se vistió e intentó seguir su día con normalidad sin conseguirlo... al día siguiente se duchó y repitió la operación, esta vez de forma deliberada, porque quería que la viera, quería desnudarse para él, y ahí estaba su mirón... esta vez ni él se apresuró ni ella estaba tan inocente. Sus pezones se erizaron, y plantaron cara descaradamente, siendo consciente de que el hombre los estaba mirando. 

Y ella tímida, que difícilmente se desvestía delante de nadie, ahí estaba con un desconocido que tal vez era un depravado, mostrándose desnuda y complacida de estarlo. El hombre desapareció y ella empezó a notar el calor por todo su cuerpo, le quemaba sobre todo el desconcierto, no entendía que le estaba pasando. Le subía a la garganta la educación recibida en el colegio religioso y se sentía atrapada en el placer y el sentimiento oscuro de hacer algo pecaminoso... Y lo notaba, cada vez más, que necesitaba ser suya, en la distancia, sin contacto, pero quería ser poseída por él. La siguiente vez estaba muy excitada, mojada, y sin ningún tipo de vergüenza empezó a masturbarse para él, quería regalarle su placer, el que le provocaba su presencia. Apoyó la pierna en una silla, abriendo su sexo húmedo y rosado hacia la ventana a la que se asomaba él, para que lo viera todo, que no perdiera de cómo se corría gritando de placer...

Fue su amante más fugaz, al día siguiente no había nadie en la ventana, fuera quien fuera el desconocido ya no estaba. Pero no le importó demasiado, pasado el primer disgusto, decidió que quería desnudarse y darse placer para cualquiera que quisiera verla. Solo tenía que salir a la ventana, desnuda, y masturbarse con las cortinas abiertas para que cualquiera pudiera observarla. Sin pudor, siendo por fin feliz.


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