Hambre de piel III. No hay dos sin tres
Por Malcolm, el 27/04/2020

Arturo está sentado en el bidé lavándose lo que viene siendo todas sus partes. Aunque aún no ha hecho efecto la pastillita que se ha tomado, el nabo sigue teniendo una apreciable erección. Llegó un momento en que disfrutaba más tocándose la polla e imaginando escenas con Alma, o cualquier otra, que haciéndoles el amor. Follar era sucio, algo a lo que se había acostumbrado con mucho esfuerzo, eso fue culpa de Alma, pero que en las circunstancias actuales aún le producía un mayor rechazo.
Notó la presencia de su mujercita a su espalda. Se arrodilló tras él y su boca se acercó a su cuello. Se paseaba por su nuca, respirando con intensidad tras la oreja pero sin tocarle. Mientras sus manos acariciaban su cuerpo, su pecho y estómago, bajando hacia el tema.
—Tienes que hacer algo con esta barriguita —le susurró ella al oido.
—No me toques la polla ahora con tus chorradas.
—A eso voy —confirmó, mientras agarraba con fuerza su pene—. Ey, esto sigue muy, pero que muy bien.
Él respondió con un gruñido, mientras las manos de Alma se hacían cargo de su polla y sus huevos. Tenía un buen ritmo la jodía, era capaz de aplicar la presión necesaria y de dar mucho placer. Una de sus manos dejó la tarea y no era necesario tirar de imaginación para saber adónde había ido. Sus movimientos eran violentos como para no notarlos tras él.
Arturo retiró su mano y se puso de pie ante ella. Igual había que insistir para cenar, pero para el sexo no había que andarse con ruegos con su esposa. Su boca se hizo cargó de su miembro y comenzó a chuparlo con fruición. No conocía a ninguna otra mujer que disfrutase tanto chupando una buena polla. La muy puta le miraba con intensidad mientras lamía y chupaba sin pausa, metiéndose casi toda hasta la garganta.
La agarró de los pelos y empujó con decisión un par de veces para que entrase toda, permaneciendo dentro. La mirada desencajada de ella, sus mejillas coloradas, saliva por todos lados, el rimel que se había corrido en un ojo, a causa de las lágrimas eran un cuadro que en otras circunstancias habría sido gracioso, pero que en estas le excitaban sobremanera. Y notarle así a ella aún la ponía más cachonda. Era la retroalimentación perfecta.
Tirando con suavidad de los pelos, la levantó del suelo y la besó con amor. La respuesta de ella fue receptiva y se lo devolvió de la misma manera. Su mano busco la entrepierna de ella, su desarrollado clítoris que estaba como era de esperar, como un micropene listo para el sexo.
La situó sobre la encimera del lavabo y la penetró con fuerza. Se continuaron besando mientras ella se masturbaba. Las embestidas se hicieron más rápidas y enérgicas, viendo como ella se tocaba con tanta violencia. Los gemidos de Alma se convirtieron en gritos, sacando su lado más salvaje.
—¡Así! ¡Me estás matando cabrón! Arturo empujó aún con más fuerza sabiendo como le gustaba que la follase duro. Situó su cara a pocos centímetros.
—A qué ahora la quieres en el culo — le dijo en un susurro ronco.
—Si por favor, fóllame el culo. Así con esta fuerza.
—No va a pasar guarrilla. Eso no va a pasar —se detuvo un segundo para coger aliento—. Esto es todo lo que vas a tener hoy.
El bramido de Alma se debió de escuchar en media urbanización cuando se corrió y su cuerpo convulsionó como se tuviera un ataque epiléptico. Arturo paró y se quedó mirando a su mujer aún con su polla dentro de ella, notando las intensas contracciones de su vagina.
Transcurridos unos momentos sus respiraciones se fueron normalizando.
—¿Mejor? —le pregunto con cariño.
—Genial. Brutal. Demoledor —respondió ella con la voz entrecortada.
—Me alegro de que te haya gustado —dijo mientras sacaba su polla que se mantenía en erección.
—El mejor polvo que hemos tenido en años —afirmó soltando una ligera exclamación de dolor al notarla salir.
Abrió los ojos poco a poco y fue recuperándose de la postura desmadejada.
—Voy a ducharme —Alma sabía que no era un comentario casual, esa polla indicaba que no era así—. Ven cuando puedas.
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