Secretaria, secretaria
Por RedLips, el 25/11/2019

Analisa hacía días que notaba muy tenso a su jefe, Luis. En realidad su jefe vivía continuamente en tensión, su trabajo no era fácil, tenía una gran responsabilidad y sus obligaciones le llevaban a estar prácticamente todo el día pendiente de la empresa. Cierto es que tenía un sueldazo, pero Analisa a veces pensaba que no le debía compensar. Llevaba una semana en la que andaba medio ensimismado, medio agresivo y agotado por las reuniones.
Era un tipo interesante, vestía bien y tenía buena conversación. Hasta donde ella sabía estaba libre de compromisos. A pesar de ser una ciudad pequeña, jamás se lo había encontrado por ahí. Así es que si buscaba desahogo en algún sitio era en otro lugar. Le hubiera encantado encontrarselo por en algún sitio y mantener una de esas conversaciones que tenían cuando acababa la jornada y salían normalmente juntos y solos en el ascensor. Nunca se dio el caso.
Mientras pensaba esto, permanecía sentada en su puesto de trabajo, pendiente de la reunión de la sala contigua. A través de los cristales se veía la tensión, el cansancio, el agotamiento que reflejaba el pobre Luis primero hablando, luego escuchando, tomando notas... Pensó en él con una ternura que pronto dio paso a pensamientos más perversos. Sin darse cuenta en sus pensamientos se vio acunándolo mientras los demás gesticulaban y discutían. Se veía sentada, con él en sus rodillas, mientras ella sacaría primero uno de sus pechos, luego el otro. Con cariño introduciría uno en su boca, mientras su mano agarraría el otro. Le acariciaría el cabello, Luis solo tendría que succionar, que tranquilizarse con las caricias recíprocas.
Esa sensación le hizo notar un calambre en la entrepierna. Luego se vio a sí misma apoyada en esa misma mesa, un rato después, con los pechos al aire, apoyados en la mesa. La falda subida y Luis, para culminar su relajación, penetrándola suave pero firmemente, a la vez que los allí reunidos, indiferentes aparentemente a lo que sucedía, seguían hablando. Eso le encantaría, y luego después del orgasmo, le daría un azotito en el trasero. Y en puro agradecimiento, la tumbaría allí mismo y le comería el coño, mientras los demás consejeros abandonarían remolones la reunión... y justo cuando ya se veía recogiéndo después de su orgasmo, con la sensación de haber hecho algo tierno por él, una llamada la despertó de su ensoñamiento. Era su jefe, ¿le podía llevar un café? ¿Con leche? preguntó ella.
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