La diversión de mi jefa

Por Lara Vels, el 15/11/2019

La diversión de mi jefa

Como era habitual, ese viernes por la tarde aún estaba en el trabajo. Siempre me pasaba lo mismo, en principio cuestión de una hora, dos como mucho, para cerrar un par de cosas, pero al final siempre me acababa enredando. Nunca me ha importado, me encanta mi trabajo, pero a la "bruja" de mi jefa nada le parece suficiente. Puedo decir que me gano hasta el último céntimo de mi sueldo y rara vez hay una frase de reconocimiento. Ella es así.

Así es que ese día, como otras tantas veces no tuve problema en quedarme un rato más después de comer en la oficina, trabajando, tranquila, sola. O eso pensaba. Salí un momento para ir al baño y entonces escuché ruido en un pequeño despacho en el pasillo, que sirve de almacén, en el que se habían ido acumulado de forma desordenada todo tipo de trastos inservibles sobre estanterías viejas y escritorios anticuados. 

Afiné un poco el oído. No podían ser ratas, había trastos pero no suciedad como para eso. Me acerqué un poco más con curiosidad y algo de miedo. No llevaba el móvil encima, allí se supone que no había nadie y si era algo raro solo me quedaba salir corriendo. Me pareció oir algo como un lamento, un gemido. ¿Había gente allí dentro? Con cuidado abrí la puerta. Sí, se oía claramente, lo reconocí enseguida, había dos personas practicando sexo.

Me coloqué detrás de unas estanterías para que no me vieran. Un hombre, al que no reconocí al principio tenía a una mujer medio desnuda apoyada en una mesa. La agarraba por los brazos desde atrás mientras le decía algo y le azotaba el trasero con la palma de la mano. Lo tenía absolutamente rojo. Al fijarme un poco más lo vi. ¡Era mi jefa, la jefa suprema! y él era uno de los jefes, con el que aparentemente no tenía ningún feeling, aunque lo cierto es que si lo tenía con alguien lo disimulaba muy bien.

Seguí contemplando la escena, mientras pensaba todo eso, sin darme cuenta de que me estaba dejando ver. De repente, él la penetró, mientras forzaba aún más la postura de sus brazos. Él le decía algo, a lo que ella contestaba algo así como sí, más...
El seguía dándole embites brutales, yo estaba paralizada. El cerebro me decía que saliera de allí pitando, pero la escena me tenía atrapada. Tanto que descuidé mi escondite o hice algún ruido. El caso es que él me vio, y lejos de parar, me invitó a unirme.

- Mira si tenemos una espectadora, ¡acércate!
 Obedecí en silencio, sin saber muy bien qué pintaba yo allí. 
- No sé cuanto rato llevas mirando, pero seguro que gusta lo que ves.¿Te gustaría unirte a la diversión?. Seguro que una buena comidita te iría bien...

En ese momento fui consciente de lo mojada que estaba. Semana agotadora, excitada y con una proposición así, ¿quién puede resistirse? Además la idea de que mi "encantadora" jefa estuviera siendo sometida me estaba poniendo a cien. Asentí sin saber muy bien en qué iba a acabar aquello. Él se encargó de darme instrucciones.
 - Quítate las bragas y ahora cuando le de la vuelta ponte encima de su boca.

Él la puso en la mesa boca arriba, me ayudó a subirme y colocarme encima de ella, que diligentemente comenzó a lamerme. Mientras él comenzó a preparar su siguiente paso. Tomó una especie de pinzas de las que había por allí y se las colocó en los pezones. Ella gimió levemente, pero siguió con su tarea, mientras él le golpeaba los pechos. Se preparó para penetrarla analmente. Yo ya no pude más y ahí me corrí como una loca. Además me estaba meando, yo iba camino al cuarto de baño cuando me encontré con el espectáculo. Hice ademán de bajarme.
 - Dónde vas? ¿ya te has cansado?
  Muerta de vergüenza le dije que tenía pis. 
 - ¿Y cuál es el problema? hazlo aquí mismo, encima de ella, te aseguro que le encanta
Me quedé pensando, a ver, mear delante de otra persona no es lo más lamentable que una puede hacer, pero hacerlo en la cara de tu jefa es otro nivel.
 - Vamos querida, hazlo, hazlo para mí, dijo con voz susurrante, seguro que te gusta ser un poquito guarra...
Había algo hipnótico en su manera de hablar, no podía desobedecer, así es que eso mismo hice. Me volví a poner encima de su cara y sin complejos me meé encima, sin que hubiera ninguna reacción por parte de ella.
 - ¿Has visto? le encanta a mi pequeña zorra, mis deseos son órdenes, dijo mientras le acariciaba el clítoris con energía.
 - Ahora ya puedes bajar. ¿Ves esa otra pinza? Cógela y pónsela aquí cuando te diga.

Medio desconcertada, con la flojera en las piernas y mojada aún de la excitación y el pis, me ordenó que le pusiera la pinza en el clítoris justo cuando mi querida jefa parecía a punto de correrse. Mientras él golpeaba las que le había puesto en los pezones y la penetraba analmente, a la vez que le preguntaba si le gustaba, que si quería más. Ella con cara de éxtasis y diría que feliz que sí, que le diera más. Siguió embistiéndola brutalmente y se corrió pegando un grito. Le quitó las pinzas, lamió ligeramente sus pezones y le ordenó que se masturbara allí delante de los dos. 
- Yo ya he hecho bastante, me dijo mirándome y guiñando un ojo.

Y allí estaba el poder supremo de la empresa, con los pezones destrozados por las pinzas, el culo maltratado por dentro y por fuera, meada y haciéndose un dedo. Con espectadores. A él se le veía muy acostumbrado, pero yo estaba alucinando. Mientras ella se masturbaba, él la jaleaba -venga mi pequeña zorra, que te está encantando esto, demuéstrale a nuestra visita lo que te gusta-.

La jefa suprema se corrió, enrojecida, sudada, totalmente abierta de piernas y expuesta. Él la acarició. Lo que acababa de ver era indescriptible. Y yo tenía un bagaje sexual, pero aquello era casi como ver follar a los padres. Y ahora, ¿qué? ¿decía adios, gracias y me iba? ¿Qué se hacía en estos casos?

Mientras esperaba que alguien dijera algo, busqué mis bragas y me las puse. Mientras ellos se despidieron y salieron. Salí y me fui a mi mesa a recoger mis cosas. Ya no necesitaba ir al baño y desde luego no tenía la cabeza para quedarme a trabajar. Al salir del despacho me los encontré esperando el ascensor. Vestidos, claro. En modo ejecutivo y recompuestos, como si no hubiera pasado nada. Después de lo que había vivido, lo único que me podía pasar es que me liaran para otra cosa en el ascensor. Pero no, se ve que habían tenido bastante, y yo también la verdad. Muy comedidos apenas intercambiaron un, recuerda que el lunes quiero el informe encima de mi mesa, a lo que él contestó,por supuesto, a primera hora. Al llegar a la calle un educado saluda a tu marido y un elegante, de tu parte, de la jefa suprema. Yo, me conforme con un hasta el lunes, buen fin de semana. Y tan amigos todos...

 


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