Un dulce manjar

Por TuLady, el 05/11/2019

Un dulce manjar

Valeria estaba preocupada por su hijo. Demasiado tiempo entre hombres, sin más interés aparentemente, que jugar al ajedrez y pasar horas entre libros. No se le conocía ninguna amistad femenina, ni una escapada por las noches... No es que le agradara verlo continuamente de juerga con los amigos, pero esto tampoco le parecía normal. Así es que decidió facilitarle las cosas. Hizo algunas averiguaciones y contrató los servicios de una muchacha, que por lo visto era muy popula, con un único objetivo, que su hijo se interesara activamente por las mujeres. 

La citó en su propia casa. Al ver a la muchacha no le pareció nada fuera de lo común, pero algún tipo de arte debía tener de momento que se la habían recomendado. No necesitó explicarle demasiado, le pagó lo acordado y la dejó en el cuarto de su hijo, que no tardaría en regresar. 

Salió de la habitación dejando la puerta ligeramente entreabierta, como acostumbraba a hacer. Dentro, la joven comenzó a desnudarse. Su cuerpo era menudo y blanco, con apenas carne alrededor de su escaso esqueleto. Tenía unos pechos grandes, rotundos, firmes, de pezones oscuros. Su pubis se mostraba apenas adornado por un suave vello pelirrojo. Valeria pudo ver todo eso desde la rendija, curiosa por saber cómo reaccionaría su hijo. Lo vió entrar y dirigirse a su habitación. Dejó pasar unos instantes y al comprobar que no salía huyendo de la habitación, se retiró discretamente. .

Cuando Carlos entró en su cuarto quedó absolutamente maravillado. ¿Sería posible lo que estaba viendo? Ni es sus mejores sueños hubiera imaginado encontrarse a una mujer en su habitación, desnuda, con aquel aspecto fascinante... Era casi una niña, o eso parecía, pero le daba igual, no podía apartar la mirada de ella. Tenía las piernas entreabiertas, descubriendo una vulva rosada y lisa suavemente anaranjada que invitaba a degustarla, de una manera u otra. Como si algo le ordenara hacer eso precisamente y sin decirle ni una palabra se acercó a ella, acariciando suavemente sus piernas por la cara interna con una mano. Se arrodilló, como si ante una imagen sagrada se encontrara y aspiró el perfume que ofrecía aquel trozo de carne rosado y húmedo. 

Lo siguiente fue inevitable, era un manjar que debía probar, caliente, dulce y pegajoso, algo que jamás había gozado su paladar. Así lo hizo una y otra, y otra vez, mientras la muchacha, que tal vez esperaba otra reacción, se dejaba hacer, relajada, tranquila ofreciéndose a esa boca ansiosa y hambrienta de su cuerpo.

Valeria vio como pasaban las horas, sin sentir ni imaginar qué estaba pasando allí dentro, pero segura de que por fin su hijo hacía lo que correspondía a un joven de su edad. Se durmió feliz, y al día siguiente saludó a su hijo como si no supiera nada de lo que había pasado allí esa noche. Él tampoco hizo ademán ni de preguntar ni de explicar nada. Desayunó y se encaminó a sus quehaceres.

Fue ese mismo día cuando su hijo ya hizo algo distinto, volvió a casa mucho antes, se retiró a su habitación sin cenar ni apenas hablar con ella... sin que él se diera cuenta lo siguió y vió que en la habitación ya había luz. ¿Se la había dejado encendida? Ahora entendía las prisas... Apenas tuvo unos instantes para ver a través de la puerta antes de que la cerrara, pero fue suficiente. Una muchacha, no sabía si la misma del día anterior, estaba desnuda, abierta de piernas encima del escritorio, en el que había, como si se tratara de una mesa de comedor, cubiertos y una copa de vino. Lo último que vió su la sonrisa de su hijo que terminaba  cerraba la puerta mientras se colocaba la servilleta en el cuello, dispuesto a cenar...                                                                                     


0 Comentarios