Adriana y yo
Por Lara Vels, el 17/09/2019

Me divierto mucho con mi sumisa, más allá de lo que es puramente las dos sesiones que mantenemos a la semana. Tanto que no me he resistido a escribir sobre ella. Oficialmente soy su profesor de Pilates, una excusa para quedar con ella sin dar demasiadas explicaciones. Ella, porque a mí me da igual. Es cierto que lo practico en casa, así es que es una mentira a medias.
Adriana es toda una experiencia. No vamos de Amo todopoderoso y Sumisa dulce y complaciente. Es eso y es más. Sería la mujer de la que me podría enamorar, no lo quiera el cielo. Es increíblemente sincera, sabe bien lo que quiere, y lo dice tal cual lo pediría un niño pequeño. Además, lo pone fácil, así es que como Amo, no puedo más que adorarla.
Adriana está casada. En sus propias palabras su marido es un muermo. De los que aún follan a oscuras (¿habrá algo más aburrido en esta vida?), así es que de lo demás ni hablamos. Entiendo perfectamente las ganas con las que me viene la pobre.
Cuando la conocí le pregunté entre risas qué hacía exactamente con un tipo así, ni de lejos es lo que uno se imagina viéndola, (le va más un tío como yo). Me dijo que era un buen hombre, con pasta, y con el tiempo sería un buen padre, si es que conseguía que la dejara embarazada, que a polvo semanal igual le costaba. Su querido esposo viaja mucho, y según ella, le pone incluso voluntad a lo del sexo, pero me parece que es el punto débil de ese buen hombre.
Cosas que me encantan de ella: Nos reímos, no está colgada de mí, no le escandaliza nada. Le encanta que le den por el culo, la parte de delante es territorio de su marido, y tiene un enorme clítoris. Y luego cuando pasa nuestra "clase de Pilates" nos vamos si queremos a tomarnos una cerveza. ¿No es perfecta?
Pronto os cuento cómo la conocí y alguna de nuestras sesiones, es que ahora tengo clase de Pilates, en serio.
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