El BDSM es más que sexo
Por TuLady, el 07/09/2019

Todos sabemos qué significa BDSM, bondage, dominación, sadismo y masoquismo. Un compendio de prácticas sexuales que se salen de lo estándar, a las que en ocasiones se ha dotado de un significado casi comercial.
De una forma u otra han existido prácticamente desde el principio de los tiempos, como lo acreditan algunos grabados en textos antiguos. Formando parte de algún ritual, un castigo de tipo religioso, y quién sabe cuantas veces se ha producido en la intimidad de una alcoba.
Dos figuras claves en este fenómeno, ya en los siglos XVIII y XIX son los conocidos Marqués de Sade y Leopold von Sacher Masoch. Su mérito en esta historia fue hacer pública, sin vergüenza alguna, la excitación que les producían las prácticas sexuales en las que se producía dolor a uno mismo o a otros.
Donatien Alphonse François de Sade, al que observar las orgías de su tío despertó una visión peculiar del sexo, fue un transgresor en toda regla. A pesar de tener esposa y amante, Sade era aficionado a someter a abusos sexuales a prostitutas, lo que le llevo a ser detenido por perversión sexual, más tarde por blasfemias y profanación. Su vida estuvo salpicada de escándalos sexuales. En sus novelas narraba con detalle prácticas sexuales extremas, en las que con frecuencia se obtenía placer produciendo dolor a otros. De ahí procede el nombre de sadismo. Hasta bien avanzado el siglo XX estuvo prohibida la publicación de sus obras.
Unos años después, en 1836, aparece en escena Leopold von Sacher Masoch, escritor y profesor de historia. Siendo un niño presenció una encuentro sexual de su tía con su amante, la cual, al ser descubierta por el marido, lo azotó con un látigo. Los gritos de su tio siendo flagelado producen una gran excitación en el pequeño, que también recibe lo suyo por mirón. Ya adulto, su esposa se negaba a castigarlo, por lo que pedía a la doncella que lo hiciera. Además buscó un amante para su mujer, ya que quería padecer el dolor de sentirse traicionado. Demasiado para su esposa, que lo abandonó. Su secretaria se encargó de cumplir todas sus fantasías. Puso nombre a la excitación que produce recibir dolor, sadismo.
Se da como hito importante en el siglo pasado la aparición de la Vieja Guardia, subcultura homexual que nació después de la Segunda Guerra Mundial, que retuvo y transmitió su sentido de la obediencia adquirido a los club de motoristas en los que participaban muchos de ellos. Aquí las reglas de admisión y permanencia requerían el cumplimiento de normas en las que había un superior y un sumiso.
Del bondage escribimos en su momento. Un arte de guerra para amordazar al enemigo que toca puntos que producen excitación sexual y que es un lujo para la vista.
Pero, al margen de una historia que ya conocesmos, ¿qué placer obtiene alguien que se deja someter a veces al nivel de la esclavitud? ¿El que azota a su sumiso?¿Es tan perverso y oscuro como algunos quieren ver, o simplemente satisface un ansia que subyace en el fondo de todos nosotros y que solo algunos valientes se atreven a sacar a la luz? Porque el BDSM es más que sexo, eso lo saben bien los que lo practican. Hay toda una liturgia, una preparación, unas reglas que lo convierten en algo más que un encuentro sexual al uso, vainilla. Y por supuesto, hay transgresión, valentía, conocimiento del otro, confianza.
Cada uno tiene que vivir la vida a su manera, sin dar explicaciones. En ningún aspecto, pero en lo que a cada uno le produce placer, menos todavía. Por extraño o inexplicable que parezca. Se tiende a despreciar aquello que no se entiende. Y lo que no se entiende es que los demás tengan que decir algo en la sexualidad de otras personas, les venga bien o no. En el BDSM hay un profundo respeto. Es un juego entre personas adultas que de forma voluntaria disfrutan con prácticas sexuales que se alejan de lo convencional. Si no hay consentimiento no es BDSM, y si no hay libertad para disfrutar no hay vida. Disfruten la suya, solo hay una.
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