Teresa la fea
Por Lara Vels, el 19/08/2019

Nunca fui una chica guapa, ni de pequeña. Mi madre pensaba que con el tiempo la cosa se arreglaría y sería igual que mi hermana, que es un bombón. Solo nos parecemos en el blanco de los ojos y en lo que mi madre llamaba el pan bendito que teníamos entre las piernas. Por lo demás nada que nos asemejara. No es que me sedujera vivir como mantenida, pero siendo realista y viendo mi falta de belleza y poca popularidad, decidí que yo tenía que buscarme la vida. Estudié mucho para depender solo de mí. Así consiguí un buen empleo como asistente de dirección. Mi jefa Marta, es una mujer triunfadora, agresiva y una buenísima profesional que ha resultado ser mi cómplice.
Marta tiene sexo con todos sus empleados hombres, incluso con alguna mujer. Lo hace con una gran naturalidad, sin que se plantee ni por un momento que haya una negativa. Los llama al despacho, retira lo que hay en la mesa, se abre de piernas y pide según le apetezca en ese momento. Sin escandalizarse. Cuando acaba sigue a lo suyo como si nada hubiera ocurrido. Solo un orgasmo, una tontería de nada. Yo normalmente estoy en el despachito de al lado, y aunque sabía de estas prácticas, es algo soto voce en la empresa, la primera vez que la ví en acción me quedé alucinada.
Tampoco ella pareció extrañada, luego me enteré de que también le va el rollo de que la vean. Fue así, yo tenía que llevarle un documento y me encontré con ella sentada encima de su escritorio, con uno de los jefes de contabilidad con la cabeza metida entre sus piernas, mientras ella jadeaba como una salvaje. Ella me vió y me guiñó un ojo. Salí rápidamente.
Cuando acabó se acercó a verme. Ya he comentado que Marta y yo teníamos buen rollo desde que ella misma me entrevistó para el puesto. Yo la admiraba y ella a mí también aunque por diferentes motivos.
- Oye lo que has visto...
- No he visto nada, dije yo
- Sí, lo has visto, y me da igual. ¿Sabes? Villanueva es genial comiendo coños. Para lo demás es algo inútil, pero tiene una lengua...
Me dio la risa, tan ejecutiva, tan elegante y en el fondo tan... bueno, yo no era quién para juzgar a nadie.
- No necesito explicaciones. Eres la jefa y si tienes la suerte de que te hagan todo eso, adelante.
Me miró.
- A veces convoco a dos. ¿Quieres unirte a la fiesta?
- ¿Tú me has visto? No soy guapa y sexy como tú.
- Y ya te imaginarás que eso no importa, ¿no? Mientra uno me hace cosas o me lo follo, el otro suele masturbarse. Así, de paso que me ayudas te llevas una alegría al cuerpo mujer. Me da que no tienes muchas, ¿no?
Ya he dicho que tenía buena conexión con ella y que era lista. Y supongo que era evidente lo aburrida que era mi vida. Casi estaba más tiempo en el trabajo que ella.
- Claro, le dije, sin pensar que para nada que fuera a suceder.
Me acordé de mi madre y del pan bendito. Del mío. Ja, qué desaprovechado, no como el de mi hermana, que había compartido con medio barrio desde que tenía diecisiete años. Para llegar a su nivel de uso, yo tendría que echarle muchas ganas y mucho tiempo.
Al día siguiente Marta me llamó al despacho. Entré y me la encontré tirada encima de la mesa. Se acariciaba los pechos, que salían por encima de su precioso y caro sujetador. Mientras, con la otra mano, aplastaba contra su sexo al tipo de turno.
- Pasa Teresa. Apóyate en la mesa.
Solo cuando la obedecí me di cuenta de que había otro. No conocía demasiado a los empleados, hacía vida casi en mi despacho, pero me sonaba. Estaba empalmado y supongo que ya tenía instrucciones, porque me levantó la falda y me bajó las bragas, dejando expuesta la joyita de la que mi madre estaba tan orgullosa.
- Hum,¡qué tenemos aquí! dijo el tipo. Y comenzó a penetrarme con cierto estilo. Supongo, porque mi experiencia era justa y estaba desentrenada. Me dejé hacer. Mi jefa se estaba masturbando mientras el otro la penetraba, así es que el que me tocó a mí que la tenía delante iba como una moto. Y yo también estaba muy excitada. Una orgía a mis años, y un casi desconocido orgasmo en mi vida.
Reposé un minuto, mientras Marta les decía que se marcharan.
- ¿Ves qué bien? ¿A que no ha ido tan mal?
- Ni de coña se me acerca un tipo así y me hace lo que me ha hecho si tú no se lo dices.
- Soy la jefa y puedo mandar lo que yo quiera, así es que cuando quieras más, podemos repartirnos a los hombres, hay muchos...
Así comencé a unirme a las reuniones de mi jefa con sus empleados. Se corrió la voz de que mi joyita era muy acogedora y mi jefa que lo oía todo y que quería que yo estuviera feliz, empezó a organizarme reuniones para mí sola. Era sencillo, llegaba el tío y hacía lo que yo le pedía. Yo que no sabía nada, sin experiencia, me convertí en una mujer satisfecha que salía a orgasmo diario de su oficina. No tenía que molestarme en buscar nada fuera de la oficina. Trabajo, amistad y sexo. Yo, Teresa, la que al salir del baño de chicas, oía en voz bajita como decían "qué mala suerte, qué fea es"... y bueno, en una cosa tenían razón, porque fea seguía siendo, lo de la mala suerte ya...
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