Aventuras entre tres... Parte I
Por Selestina, el 15/09/2018

Helena y Sergio llevaban 5 años de relación, empezaron muy jóvenes, él tenía 16 años y ella 15.
El amor fue dulce e ingenuo para ellos, estaban llenos de ternura y de dedicación el uno con el otro.
Continuaron creciendo y el amor ingenuo y adolescente pasó a ser apasionado fuego que no podía controlarse.
Sergio acorralaba a Helena en las escaleras del colegio cuando nadie los veía, metía su mano bajo su falda y la tocaba hasta casi hacerla gritar, tenía que taparle la boca con su otra mano para que no los descubrieran.
Helena acariciaba la entrepierna de Sergio de forma furtiva en las visitas familiares, lo miraba con deseo, y en un descuido lo empujaba a cualquier habitación para chupárselo hasta que se viniera en su boca.
El sexo era un idioma que ambos hablaban muy bien, conocían los ritmos del otro de memoria, el instante preciso antes de acabar, los ojos en blanco en el momento justo.
Pero después de 5 años juntos el aburrimiento comenzó a hacerse presente, el tiempo no pasa en vano, comenzaron a mirar hacia otros sitios, otros cuerpos, a anhelar otras bocas.
Entonces Helena tuvo una idea, ella sabía que a Sergio siempre le había llamado la atención una de sus amigas, su mejor amiga de hecho, una chica peliroja, delgada y tímida que ella conocía de toda su vida.
Sabía también que a la peliroja llamada Ana se le subían los colores al rostro cuando lo miraba.
Helena ató los cabos y poco a poco fue sembrando la idea…
Un día, de forma casual le dijo a Sergio:
- Amor ¿has pensado alguna vez en un trío?
- ¿Por qué lo preguntas?
- Dime
- Sí, claro, todos los hombres lo pensamos alguna vez
- Y has pensado con quién más lo harías? Aparte de mí claro
- No, no entiendo ¿por qué lo preguntas?
- Curiosidad amor
- Mmmm parece una trampa
Helena fingió que no sabía lo que pasaba y luego dijo sin rodeos:
- ¿No te parece que Ana está riquísima?
- Ah?
- Mi mejor amiga
- Ah no sé ¿tú crees?
- Te encanta, te he pillado mirándole el culo
- Claro que no
- No pasa nada, yo también se lo veo
Sergio cambió de tema, pero la semilla había sido plantada, no podía dejar de pensar en el cuerpo desnudo de Ana, en penetrarla mientras Helena la besaba, mientras mordía sus pezones.
Se imaginó a Ana y a Helena besándose, tocándose mientras el metía sus dedos en la vagina húmeda de Ana para luego lamer el clítoris de Helena hasta hacerla acabar.
Tuvo que disimular la erección que tuvo de solo pensar en ver a Ana y a Helena masturbándose la una a la otra solo para él.
Con tan solo verlo Helena sabía que lo había logrado…
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