Capturada in fraganti
Por Selestina, el 21/08/2018

Era una lluviosa noche cuando el dueño del apartamento que alquilaba tocó a la puerta con una interesante noticia:
- Hola, buenas noches, disculpa la hora
- Hola! No pasa nada ¿qué sucede?
- Pues que vine a dejar a mi sobrino en el cuarto que no se está usando, no se quedará mucho tiempo, está de paso.
- ¡Oh! No hay problema
Fue entonces cuando vi a un chico muy joven, de unos 20 años, alto, con ojos asustados y totalmente empapado por la lluvia nocturna.
Pasó al apartamento y se acomodó, noté que era muy tímido y que apenas me dirigía la mirada, pero cuando lo hacía miraba mis labios con una intensidad que me estremecía.
Pasaron los días y el chico seguía siendo un misterio para mí, apenas me había hablado en dos semanas, parecía esconderse de mí en ocasiones, pero en otras parecía esperarme solo para recorrerme con una mirada de deseo y desaparecer!
¿Qué le sucede a este niñato? –pensé-
Seguimos en el continuo juego del escondite, o el chico me temía o me deseaba, y el no saber cuál de las dos me irritaba y me excitaba a la vez, estaba desesperada y llena de deseos, de saber más de esos jóvenes ojos de mirada ardiente.
La vida continuó hasta que una calurosa tarde llegué a casa, noté que estaba en la cocina, lo saludé como siempre para recibir un asustadizo:
- Ah, hola
Al verlo sobresaltarse por mis pezones que asomaban en mi pequeña franelilla sin sujetador me enloqueció, tenía que probar un poco de él…
Así que le sonreí y tranquilamente me fui a mi cuarto, y con toda la malicia de mi cuerpo acalorado encendí la T.V. para luego subirle el volumen a una peli en la que dos chicas se divertían tocándose y lamiéndose.
Dejé la puerta totalmente abierta, me desvestí poco a poco y me acosté en la cama a ver mi película, los gemidos de las chicas, sus cuerpos tocándose, sus lenguas reccoriéndose y a tocarme sin pensar en nada, primero lentamente, acariciándome todo el cuerpo, mojándome y gimiendo cada vez más alto porque… sabía que tenía audiencia.
Poco a poco fui perdiendo el control, escuchaba mis propios gemidos de placer mientras mis dedos entraban y salían sin parar de mi mojada vagina a la vez que con mi otra mano acariciaba mi clítoris con una velocidad rítmica, fue entonces cuando abrí los ojos y lo vi…
Mi compañero de apartamento estaba frente a mí con una erección gigante, viéndome casi con rabia, casi con locura, levanté mi pecho y le dije:
- ¿Me vas a coger o no?
Sin mediar palabras se subió sobre mí, con una mano tomó mis dos muñecas y subió mis brazos, apretaba mis muñecas y con su otra mano bajó a mi clítoris y comenzó a acariciarlo.
No podía hacer nada y me encantaba, sentía como me tocaba cada vez más rápido, sentía sus piernas sobre las mías, su erección mojada en una de mis piernas y como apretaba mis muñecas, no quería acabar aún quería más:
- ¡Más, más rápido, tócame más rápido!
Gritaba sin parar y mis gemidos se confundían con los de las colegialas lesbianas tocándose hasta acabar.
- ¡No pares, no pares, no pares por favor!
Y entonces…
Se detuvo.
- No, no, no ¿Qué haces?
Pensé que moriría de ganas, pero no, me miró, sonrió, y se desnudó completamente, tomó su correa y amarró mis tobillos, todo en un silencio que solo me mojaba más y me hacía ansiarlo aún más.
Me puso en cuatro patas y me penetró con toda su fuerza una y otra vez, sin parar, cada vez más adentro y solo rompió el silencio para susurrarme:
- Tócate para mí
Comencé a tocarme, sin parar, con violencia, con ganas, empapada en mis jugos y a gritar de placer:
- Dámelo, dámelo todo, duro, duro, duro
Y lo hizo, me lo metió hasta el fondo, mientras yo frotaba mi clítoris casi poseída hasta que acabé, hasta que grité de placer y ni siquiera así se detuvo siguió hasta que sació de mí hasta que acabó con violencia en mi espalda, apretando mis senos.
Lo sentí derrarmarse en mi espalda, en mis nalgas sin dejar de sujetarme y acabé una vez más de solo morbo porque nunca paré de frotarme.
Estaba exhausta, bañada en sudor, temblorosa, caí sobre el colchón con los ojos cerrados, dormité por muy poco y volteé a mirarlo… para solo encontrar su correa en mis tobillos y su pantalón en el piso.
Imagen: Apin Evgeniy
¿Olvidaste la contraseña?