Soñando entre números y látex
Por Selestina, el 16/06/2018

Comenzaba mi primer año de universidad. Joven, emocionada y curiosa, con más entusiasmo por las experiencias venideras que por la carrera que comenzaba, porque al fin estaba allí, en la famosa universidad, en la boca del lobo de la que tanto hablaban. Olvidé rápido las lágrimas de mis padres al despedirme, las advertencias, ¿a quién le importaba? Era hora de divertirme, de soltarme, y yo ya tenía una idea bastante clara de cómo quería hacerlo.
Tenía 19 años y una imaginación muy activa, muchas ganas guardadas y aún más interés por lo prohibido. Los primeros novios no alcanzaron a saciarme, mucha timidez, demasiada cursilería y ningún interés por lo que yo realmente quería en la cama, lo que me mojaba hasta dejarme empapada gritando y pidiendo más.
Ellos no lo sabían o no querían saberlo, pero yo sí. Yo anhelaba una mano fuerte alrededor de mi cuello y otra entre mis piernas tocándome con fuerza, con maldad, tentándome.
Me sentía perversa, sucia, perra… y me encantaba. Solo quería compartirlo con ellos ¿por qué les asustaba tanto, si yo solo quería un castigo justo mientras me penetraban entera por haber sido tan mala?
Pero ya no habría más hombres cobardes, con miedo. En la universidad dispondría de hombres, mujeres, jóvenes, adultos. Lo tenía claro y sabía, era todo en lo que podía pensar.
Me era fácil distraerme enredada en mis fantasías. Me excitaba tanto imaginándome atada y haciendo mamadas una y otra vez, que no podía evitar que mis pezones se mostraran marcando mi blusa, me encantaba. Quería atención y dominación, hasta que lo conseguí donde menos lo pensaba…
En un caluroso día de clases en una materia nueva, me entregué a mis ensoñaciones. Estaba mordiéndome los labios para no gemir cuando sentí la mirada del nuevo profesor, en el que no me había fijado en absoluto.
Ojos negros mirando fijamente mi pecho, bajando por mi cintura y enfocándose con fuerza en mi entrepierna. Sentí que podría ocurrir allí mismo, quería que me tomara, que me hiciera suya, ser su esclava y su perra donde él quisiera.¿Pero cómo lograrlo?
Soñé noches enteras con él. Me toqué con fuerza hasta el cansancio pensando en sus dientes mordiendo mis pezones, en su paciencia para desnudarme y luego amarrarme, en su malicia al masturbarme sin dejarme acabar, acabando solo para él, cuando me lo ordenase. Me deseaba, lo sabía, podía sentir su mirada, su lengua relamiéndose por mí… comencé a dejar notas en su escritorio… pero nada.
Decidí comenzar otro juego. Empecé a dejarle a escondidas fotos de partes de mi cuerpo, en las que nunca se veía mi rostro, pero en las que era imposible disimular que era yo. Mientras más subidas de tono, más parecía ignorarme. Empezaba a desesperar, lo necesitaba, quería que fuese mi maestro en la cama, mi dueño.
Decidí jugarmelo todo a una última carta…Entre mi ropa más atrevida tenía un juego de cuerdas y una máscara de látex. Me la jugué y me tomé una foto, amarrada de pies, con mi máscara y sin nada de ropa. ¿Seguiría rechazándome? Estaba ansiosa, ¿cuánto más ignoraría? ¿acaso no era quien yo pensaba? Hasta que un día al final de clases me dijo:
-Flores, necesito hablar con usted, por favor, espere hasta el final...Creí morir, solo con escucharlo pronunciar mi nombre comencé a excitarme, a mojarme sin parar, su voz latía por todo mi cuerpo. Esperé pacientemente, vi a todos irse, uno a uno, hasta que cerró la puerta tras el último. -Le gusta la fotografía Flores?
-No tanto Profesor. ¿Por qué me pregunta?
-¿Qué le gusta entonces Daniela?
-Usted Profesor ¿no se ha dado cuenta?
-Entonces, ¿le gusta acosar a sus profesores?
-No, no a todos, solo a usted
Me miró con una mezcla de deseo y rabia, apartó bruscamente todos los pupitres delante de mí y se paró justo frente a mi cara, con su pene erecto.
-¿Y le gusta molestarme?
-No profesor, dije casi temblando, solo quiero complacerlo, solo eso. Abrí mis piernas para mostrarle lo mojada que me tenía. Me dijo con firmeza:
-Arrodíllate. Lo hice rápidamente y me tomó por el cabello, se acercó a mi oído diciendo:
-Chúpame hasta que yo diga, mi hermosa esclava
-Sí profesor. Abrí el cierre de pantalón y allí estaba su pene erecto, mojado también por mi lengua. Lo chupé hasta las lágrimas hasta notarlo más duro, podía sentirlo entero, hasta que acabó con fuerza dentro de mi boca. Me lo tragué todo, lo lamí con placer y gusto mientras le escuchaba decir:
-Así, pequeña, así
Me separó con firmeza mientras me limpiaba el rostro y me dijo:
-Prepárate, que apenas hemos empezado con las lecciones…
¿Olvidaste la contraseña?