La sumisa insumisa. Rosa Peñasco

Por Bichito, el 23/12/2017

La sumisa insumisa. Rosa Peñasco

Por descontado, y aunque tardé tiempo en confesárselo, también aparecieron mis propios sueños eróticos. Recuerdo que en el primero de ellos, Sapiens, con una pasión casi animal, decidió husmear por mis intimidades buscando el clítoris. La iniciativa, de por sí, ya me excitaba muchísimo, pero aunque deseaba corresponderle con un fantástico 69, no podía concentrarme en su sexo porque tampoco era capaz de aguantar el éxtasis que Sapiens me estaba haciendo sentir.
—Vamos, perrita: seguro que sabes hacerlo mucho mejor —decía mi onírico AMO, al tiempo que dejaba de lamerme el clítoris y me obligaba a ponerme de rodillas.
—Lo intentaré de nuevo —le decía con tono de por favor, dame otra oportunidad. —Se acabaron los intentos —contestaba Sapiens, agarrándose la polla con una
mano, para después introducirla por la fuerza en mi boca.
Es curioso, pero la violencia de la mamada forzosa no me molestó, sino que me excitó hasta el punto de esmerarme en mimar a aquel miembro con mis cinco sentidos: primero recorriéndolo con mi lengua, después manteniendo la punta y aprisionándolo con mi boca, y por último, sacando y volviendo a introducir infinidad de veces el capullo en ella, aunque sin dejar de ejercer una presión suave con los labios. Poco a poco, la polla de Sapiens iba creciendo hasta llegar a su
máxima capacidad de estirarse y expandirse, tanto que parecían volverse elásticas las comisuras de mi boca.
—¡Eso es, perrita! A tu AMO le encanta cómo utilizas la boca y, de un momento a otro, notarás cómo te lo agradece en esas hermosas caderas que veo desde aquí. Vamos: ¡no pares!
Sin dejar de esmerarme en la felación y cuando estaba absorta entre las salidas y entradas de mi boca de ese capullo a punto de reventar, me distrajo de ese afán el hecho de sentir, de golpe, cómo aquel AMO dobló la espalda por encima de la mía para llegar con sus manos a mi trasero y cómo, un segundo después, el índice y el dedo corazón de Sapiens se introducían bruscamente en mi coño.
—Vamos, esclava: sé que te está encantando lo que te hago. Eres la más guarra de todas las guarras y eso me gusta. Sigue, esclava, sigue lamiéndomela así...
Los insultos de Sapiens, lejos de agredirme, me excitaban tanto que, a veces, hasta tenía necesidad de sacarme su mayor tesoro de la boca para poder agradecerle su actitud.
—Gracias, AMO, me encanta, AMO...
—Deja de agradecérmelo y ponte a cuatro patas. ¡Yo también voy a darte las gracias! ¡Yo también voy a intentar que nunca te olvides de lo que soy capaz de hacer!
Sapiens me penetró sin piedad, al tiempo que con una de las manos me daba unas palmadas en el culo cada vez más y más fuertes, en tanto que con la otra pellizcaba y retorcía mis pezones, con tanta fuerza, que parecía que me los iba a arrancar. No sé qué me gustaba más: esta postura que de por sí siempre me había parecido animal y excitantemente guarra, cada una de sus embestidas rabiosas, los jadeos que se nos escapaban a los dos al compás de los bruscos movimientos, el dolor placentero y excitante de esas palmadas en las nalgas, que, con seguridad, iban a quedar señaladas en mi trasero durante unos días, o esa violencia sobre mis pezones que, más duros ya que las piedras, parecían querer explotar y hasta salirse de las tetas...
Aunque fue importante el primero de los sueños que tuve con Sapiens, siempre me impactó mucho más el segundo, quizás porque reproducía a la perfección mis
líos entre AMOS, AMAS, sumisos y sumisas, o quizás porque en los escasos diálogos con Sapiens, mi inconsciente no albergaba dudas respecto a la forma correcta de dirigirme a él o, a la inversa, la forma en la que habitualmente un AMO suele dirigirse a su sumisa. Por cierto: nunca me atreví a comentarlo con EL MAESTRO.
—Eso es, ¿ves cómo eres mi esclava? —comentaba Sapiens ante mis esfuerzos por obedecer sus órdenes eróticas.
—Sí, AMO: soy tu esclava, pero no olvides que también soy AMA-zona —dije en mitad de un sueño que parecía ser un perfecto calco de mis inconscientes enredos entre AMAS y sumisas.


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