El amo, la sumisa y yo

Por RedLips, el 14/09/2017

El amo, la sumisa y yo

Había empezado a trabajar hace poco en la casa. Se trataba de mantenerla recogida y preparar algo de cena para el dueño, que pasaba la mayor parte del día fuera. Un día de forma casual vi luz en una habitación a la que no había entrado y al abrir la puerta me encontré a una mujer desnuda con un collar y una cadena que la ataba a la pared. Solo llevaba medias y zapatos. Me quedé tan desconcertada que no comenté nada a nadie, menos aún al dueño de la casa.  

Sin embargo, no paré de darle vueltas al asunto. Era verdad, o mi cabeza me había jugado una mala pasada? La curiosidad pudo más, y a los dos días, fingí que me iba a casa al acabar el trabajo y me escondió para comprobar si era verdad lo que había visto. El hombre abrió la puerta igual que había hecho yo, se acercó a la mujer, la desató, la cogió de la correa y la llevó como si fuera un perro al lado de un butacón. Ella permaneció a su lado hasta que él le dijo que se tumbara sobre sus piernas. Y comenzó a darle golpes en las nalgas, con una fusta que había en la mesilla cercana al sillón. La mujer se mostraba indiferente a los golpes, tanto que hubiera pensado que era una muñeca. Después de golpearla, la bajó de sus rodillas y la puso frente a él a cuatro patas. Mostraba una enorme erección, se abrió la cremallera, se sacó la polla y sin más dilación la metió en la boca de ella.

No eran imaginaciones mías, había pasado y lo que más me sorprendió fue notar que estaba completamente empapada. Aquella escena me había excitado como nunca en el vida. Ni siquiera me quedé para ver como acababa. Me sentí rara, sucia, por haber disfrutado de algo así. La trataba como un perro, la había azotado y despues se había corrido en su boca! Salí con cautela y al llegar a casa me masturbé salvajemente sin poder quitarme de la cabeza lo que había visto.

Un par de días después volví a quedarme a espiar. Esta vez la mujer llevaba una especie de cola de pelo animal en el culo. El hombre entró, se quitó los zapatos, la hizo ponerse delante de él y con el empeine, comenzó a masturbarla. Ella seguía sin demostrar ninguna emoción, pero en cambio yo no podía contener la humedad que me devoraba el coño. Tan concentrada estaba en lo mío que me descuidé y el hombre me vió. Como si fuera lo más natural del mundo que yo estuviera allí, me indicó suavemente que me acercara y con voz sugerente me dijo que seguro, que no me cortara y que eso lo hiciera delante de él. No pude negarme, y eso que ni siquiera era una orden, más bien una sugerencia con su voz hipnotizante. Abrí ligeramente las piernas y comencé a acariciarme delante de él. Me sugirió caballerosamente que me acomodara en el asiento cercano. Allí me senté mirando la escena, mientras mis dedos enloquecían acariciando mi ardiente y duro clítoris. 

Aún tardé unos minutos en correrme, y mientras me ocupaba de mi misma, vi que el hombre de repente retiró el empeine del coño de la mujer, dejándola supongo al borde del orgasmo y con gesto decidido, le retiró el dilatador anal, y empujándola sobre el asiento que ocupaba hasta hacía unos minutos, la penetró de forma energica. Juraría que me corrí a la vez que él, mientras utilizaba a aquella mujer como si fuera un objeto.

Disfruté mucho de esos ratos después del trabajo. Algunos se toman una cerveza después de acabar su jornada. Yo acudía a masturbarme a aquel cuarto en el que era bien acogida, mientras mi jefe humillaba y se follaba a su sumisa. 


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