La barbacoa
Por Bichito, el 29/05/2017

Me había dicho que iba a ser un día diferente. Aunque me costaba mucho pensar que una barbacoa pudiera ser divertida. La primera sorpresa fue llegar y no ver a nadie más. Empecé a pensar que iba a ser más bien aburrimiento, pero bien pensado, tampoco necesitaba a nadie más: estaba muy excitada pensando que tal vez pudiera concluir con él lo que habían comenzado unos días antes... Mejor si estábamos solitos los dos.
Empezamos tomando un pequeño aperitivo, a la sombra de la pérgola un Martini casi helado y algo de marisco a la plancha. El calor que reflejaba el suelo terminó de excitarme, se me estaba mojando el interior de los muslos y conforme pasaba el tiempo también la ropa interior hasta notarme totalmente encharcada. Y lo tenía tan cerca, y lo deseaba tanto... Aunque empezaba a dudar de cómo iba a seguir la cosa, ya que no veía en qué momento iba a comenzar a ser aquello diferente, cómo me había prometido.
Al acabar la cerveza, él se levantó, pasó por detrás de mí y después de un suave lametón en el cuello que me erizó los pelos de todo el cuerpo, me invitó a acompañarlo a preparar la barbacoa.
A esas alturas, entre el calor, la humedad propia, la otra, el aturdimiento del alcohol y el que me había producido con el lametón, por supuesto que lo acompañé. Vamos que hubiera ido donde me pidiera... No llegó ni a encender las brasas, la ropa empezó a desaparecer, la humedad acampó a sus anchas y la excitación hizo el resto... final feliz, aceptablemente bueno, para que nos vamos a engañar, pero sin ser nada extraordinario.
Cuando acabamos, aún con su semen goteando entre las piernas, los pezones sonrosados e inhiestos y él sudoroso, con su pene aún duro y goloso, empezó la sorpresa. Se dirigió a mí y y me dijo: "tumbate si quieres, voy a dar primero de comer a los perros". Bueno, pensé yo, así mejor, no tenemos que tenerlos aquí cerca, y estaremos más tranquilos.
Así lo hice, me tumbé en la toalla en el césped, con el dulce sopor de la cerveza y el sexo, con las piernas abiertas y el sol acariciando mis pechos y mi clítoris aún excitado por las caricias que acababa de recibir. Me quedé medio adormilada, mientras lo veía trajinar de aquí para allá. De repente una calida saliva en mi culo...mmm, que bueno, ¿quería otro? al final si que iba a ser un día glorioso si...
A la vez empecé a notar la misma saliva caliente y el chupeteo ansioso en los pezones, en los dos a la vez... estaba definitivamente dormida o este hombre era un prodigio? Desperté vagamente de mi sopor, y veo que tres lindos perritos son los responsables de esos chupetones, mientras que él, todo pícaro y sonriente me dice: "ya te he dicho que primero tenía que dar de comer a los perros..."
Aún aturdida, sin pensar mucho en lo que estaba pasando pero incapaz de rechazar las caricias, me relajé profundamente. Lo cierto es que estaba caliente como una perra en celo y abrí las piernas un poco más al animalito que lamía en mi culo.
A la vez que mi excitación crecía el tamaño de su polla. ¿Haría esto muy a menudo? porque yo me sentía como una auténtica guarra, pero la cosa prometía, caliente por el sol, dejando mi culo a merced de un lindo perrito, y sin saber qué iba a pasar después...
El me miraba divertido y excitado, yo estaba enloquecida de gusto, mientrás veía su verga se iba hinchando. En un momento dado apartó al animalito, y supe que me iba a penetrar. Lo necesitaba, era preciso que calmara mi excitación. Sabía que me iba a doler, que iba a aullar de placer y dolor a la vez, pero tenía que hacerlo o iba a reventar. Y sin más levanté mis caderas para ofrecerme y notar la embestida de esa polla jugosa en mi culo.
Creí morir de gusto, no podía ser que me gustase tanto. Y mientras me tocaba el clítoris, noté que sus dedos se introducían en mi coño. No podía pedir más, estaba toda llena de él. Eso sin olvidar a los diligentes perritos que atendían mis pechos... Yo le pedía más y más, quería esa tremenda verga hasta el final. Solté un tremendo alarido, brutal, mientras llegaba a más fantástico orgasmo, de momento, de mi vida. Quedé exhausta, empapada y pegajosa en mis jugos, la saliva y el sudor, tendida en el césped, mientras juguetón se tumbaba a mi lado a reposar un poco. Al cabo de unos minutos me dijo: "¿comemos?", "claro" dije yo, "Esto es una barbacoa, ¿no?"
Imagen: Ken30684
¿Olvidaste la contraseña?