Compañeros de lluvias
Por Felina Apasionada, el 11/11/2016

El tren partió sin mi, dejandome a merced de una inclemente tempestad. Miré a mi alrededor y allí estábamos él y yo, solos y ateridos por el frío buscando a nuestro alrededor un lugar cálido en donde resguardarnos. Sin mediar palabra ambos decidimos caminar en igual dirección. A lo lejos divisamos un hotel en completo abandono, un antro, al que de manera instintiva corrimos en busca de resguardo.
Frente a frente pude contemplar su atractiva figura y repentinamente sentí una gran perturbación, me excitó estar a solas en un lugar en ruinas con un desconocido. Era un hombre algo tosco, rayando en lo vulgar, con barba descuidada, gran estatura, de tez curtida por el sol, y de brazos fornidos que intimidaban y a la vez daban ganas de que me abrazaran, me llevaran en brazos y allí me empotrara contra algún paredón.
Y entre mis pensamientos lascivos y el frío producto de la lluvia, sentí que mis pezones sin ninguna discreción se iban erizando y apuntando sin pudor alguno hacia mi misterioso compañero de lluvias. Sentí como la mirada de mi amigo sin nombre se clavaba en mis turgentes senos, con hambre de ser devorado por ese misterioso comensal.
Él comenzó a acercarse y sin pedir permiso, procedió a acariciarme, sus labios se pegaron a los míos, nuestras lenguas se fundieron e iniciaron un juego de caricias deliciosas. Sus fornidas manos comenzaron a recorrer mi impaciente cuerpo, transitando por mi excitada figura...
Yo en gratitud le devolví el gesto y deslicé mis manos temblorosas por su esculpida espalda, dejándome llevar por mis instintos le despojé de su empapada camisa, descubriendo un exquisito pecho ávido de placer, una inmensa tentación para mis labios, que comenzaron a besarlo descendiendo con mis besos hasta su pantalón...
No pude evitar sacarle su exquisito y palpitante miembro, deseoso de ser saboreado, de ser engullido... Su cuerpo quedó completamente desnudo, uno de los más maravilloso que haya visto jamás. Repentinamente sentí un hambre atroz y sumergí su verga en mi boca, comencé a saborearla, fue increíble recorrer con mi lengua tan deliciosa polla, mientras mis manos jugaban con sus redondos huevos, y sentía como su miembro poco a poco iba creciendo...
Él entre jadeos me tomó por los hombros y me colocó frente a él, y con sus manos firmes comenzó a desvestirme, me puso contra la pared y empezó a besarme, a acariciarme, y entre caricias y deseos, besos interminables, tuvimos una noche salvaje e inolvidable, y como únicos testigos la lluvia y ese viejo hotel...
Al llegar la mañana, exhaustos por la noche de pasión, nos vestimos de prisa y sin decirnos nada, sin saber siquiera nuestros nombres, nos miramos y sonreímos y nos fuimos cada uno en una dirección.
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