Eres mía

Por RedLips, el 17/06/2016

Eres mía

Me educaron como una mujer tradicional, apocada, contenida para el sexo. Me dijeron y así me creí, que debía llegar virgen al matrimonio. Y eso hice. Y no es que no pensara en el sexo, simplemente entendí que el placer aparecería cuando fuera el momento y sería en el matrimonio. Unas semanas antes de la boda acompañé a una amiga a un club, conocía a la dueña desde hacía tiempo. Un sitio relativamente nuevo, tranquilo, relajado, el lugar donde cambió mi vida. Sin saber cómo me puse a hablar de mi boda, de que no había mantenido relaciones, y la dueña empezó a interesarse, por lo inhabitual del caso. Mujer interesante, atractiva y muy dulce, con una conversación cautivadora. 

La cuestión es que sin saber ni cómo, su mano empezó a acariciar mi brazo, mi muslo, y lo siguiente es que con voz dulce me sugiere que me ponga en pie. Jamás nunca había sentido ese abandono, ese placer en una caricia tan leve. Obedecí y a un gesto de ella un muchacho se acercó, y yo, imaginando aviesas intenciones, con un grito dije que no se acercara a mí, que mi virginidad era sagrada.

Me tranquilizó diciendo que mi virtud estaba a salvo, que me dejara hacer. El muchacho acercó su boca a mi sexo y ahí sentí lo que nunca había sentido. Si esto era así, me lo iba a pasar genial cuando me casara. El chico con mucha maestría siguió a lo suyo, que era yo, mientras la dueña del club me bajaba los tirantes de la camiseta y el sujetador y exponía mis pechos. Acariciando mis pezones, dándome besos en el cuello, haciéndome temblar de gusto. Me estaba incluso olvidando de la culpabilidad de hacía apenas un rato, cuando empecé a dejarme llevar, hasta de mi amiga que había desaparecido sin desperdirse. En ese momento fui consciente de que la puerta del reservado estaba abierta, y que algunas personas miraban lo que me estaban haciendo, y yo sin inmutarme, gustosa casi de que fuera así.

Como tenía los ojos cerrados no me fije en el otro chico que acababa de entrar y que se había situado a mi espalda. Comencé a sentir como me lamía el culo, el otro muchacho seguía ocupandose de mi clítoris, y volví a pensar en mi promesa de virginidad. La mujer me volvió a tranquilizar y siguió con lo suyo, cada uno de ellos, con la misión de hacerme gozar...

Al poco las caricias en el pecho se fueron haciendo más rudas, fuertes, y los besos pasaron a ser mordiscos y estirones, fuertes, inesperados, extrañamente bien recibidos por mí. Coincidían casi siempre con los embites en mi culo, que el muchacho de atrás seguía había empezado a penetrar con energía. Ni una queja por mi parte, dolor sí y ningún interés por moverme de donde estaba, de dejarme hacer. Me sentí liberada, dueña de mis decisiones, feliz. Un hombre comiendome el coño, otro penetrando mi culo virgen también, y una mujer dando órdenes de lo que debían hacerme sin preguntar qué es lo que quería yo. Asumiendo que solo su voluntad era importante, mientras me destrozaba los pechos con mordiscos y tirones. 

Llegó un orgasmo brutal, ahora lo sé que he tenido más, y la sensación de haber hecho algo en contra de mis principios, pero no totalmente, aún era virgen. La mujer, lamiendo mis pechos me dijo "sí, aún eres virgen, a la manera tradicional, pero si pensabas ofrecerte, ser del que te penetrara por primera vez, te estás equivocando". Pensé que se refería al hombre que me había penetrado por el culo y se lo dije. "No querida, tampoco eres de él, eres mía. He hecho contigo lo que he querido, podías haberte ido corriendo, haber llamado a tu amiga, pero te has sometido a mi voluntad, de manera gustosa y por eso eres feliz. Eres mía, por mucho que en unas semanas un hombre te penetre por primera vez. Mía, cada vez que sientas el dolor en tus pechos heridos, y volverás a por más, solo es cuestión de tiempo", y volví vaya si volví... y no una sino mil veces...


1 Comentarios