Felación, parte I

Por Monroe, el 21/04/2016

Felación, parte I

No hay nada más excitante que ver a un hombre sometido a tanto placer, que tratar de controlar sus gemidos es a lo único que se reduce su existencia.

Yo lo conocía, era el amigo de alguno de mis amigos y a veces coincidíamos los fines de semana de fiesta. Nunca me pareció interesante, en absoluto. Lo llamaré Felipe. Un chico de unos 27 años, alto, guapo, un poco hípster, algo mainstream, el que todas las chicas miran, apartamento de soltero en uno de los mejores sitios de la ciudad y bla bla bla bla…..El tipo en general no me interesaba. Pero, las mujeres tenemos un sentido muy agudo para saber cuándo le gustamos a un hombre. Y yo le gustaba a Felipe. Razón por la que me encargaba de ignorarlo lo suficiente como para que su ego de hombre irresistible no pudiera aguantar. Tanto, que se acercó en repetidas ocasiones a tratar de tener una conversación conmigo. Intentos fallidos porque estaba demasiado preocupada por bailar y pasarla bien entre la gente de la fiesta. Felipe estaba inquieto y yo sentía su mirada en el cuello. Un par de días después tenía un mensaje suyo en mi WhatsApp.  

Felipe: Hola! ¿Cómo estás? Soy Felipe, el amigo de Mauricio, tu amigo…..

Yo: Cuál Felipe? –Yo sabía de qué Felipe se trataba.

Felipe: El sábado, en la fiesta…..

Yo, una hora después: Ah! Hola, cómo estás?

Felipe: Bien y tú?

Yo, otra hora después: Bien.

Felipe: Haré una fiesta en mi casa, el viernes, y le dije a Mauricio que viniera y que te invitara.

Yo, seis horas después: Ah.

Monosílabas. La clave para que sepa que no te importa. Pero, mi comportamiento para que Felipe creyera que su existencia me era ínfima, no eran más que técnicas para tenerlo allí, detrás de mí intentando conseguir algo con la chica para la que no podía soportar ser invisible. Al final, sin decirle nada, ni contestar uno solo de sus mensajes, fui a la fiesta en su apartamento.

Sí, Felipe no me interesaba pero mi versión más primitiva quería fallárselo hasta que no pudiera tener una erección más. Pero, mi ego era más grande que el de Felipe y yo quería que se arrastrara a mí por sexo.
Me habló casi toda la noche, fui parca, pero atenta a lo que dijo y un poco dispersa cuando creía que mi noche giraba en torno a él. Sentí a Felipe un poco indignado porque yo no demostraba ni migajas de interés. Bebimos un poco y explotó. Me dijo que yo le gustaba mucho y que quería conocerme, salir conmigo. Me reí en su cara y le dije que iba por más licor. No volví, me quedé bailando con un desconocido. Felipe no me quitaba la mirada de encima.

Me fui de su fiesta algo temprano, no estuve mucho tiempo. Cuando me despedí de Felipe, me acerqué lo suficiente como para que sintiera mi pecho en el suyo, y lo besé muy cerca al oído, le
sonríe y me marché. No dijo una sola palabra. Al siguiente día me escribió para recordarme lo que me había dicho la noche anterior. Quería salir conmigo. Nos ahorré toda la parafernalia de las citas y le dije que no me interesaba. Pero el tipo insistió. Y yo sabía que lo haría.

Me llamó y me dijo que nos tomáramos un café para charlar un poco, sin compromisos. Acepté. Nos vimos en un café cerca a mi casa, hablamos de libros, música y todas esas cosas que habla la gente que apenas se conoce. Se terminó mi cappuccino y con una excusa para irme terminé nuestra amena conversación. Él chico logra algo y la chica lo deja a media expectativa. Felipe continuó escribiéndome toda esa semana. Seguía sin interesarme. Pero por alguna razón, yo quería tener sexo con él. Y se lo dije, así de simple y básico “quiero follar contigo sin ningún tipo de relación o compromiso” Me dijo que nos viéramos esa misma noche en su apartamento. Pero yo quería a Felipe para algo más. Su ego me excitaba tanto que lo quería sometido a alimentar el mío.

Llegué a su casa a eso de las 9 PM. No lo dejé hablar, lo besé, del cuello a los labios hasta sentir que su erección necesitaba que lo desnudara. Pero sería como yo quisiera, íbamos a tener sexo bajo mis términos.
Felipe era todo a lo que mis instintos más bajos querían caer. Pero yo quería escucharlo gemir, quería escucharlo pidiéndome que no parara, pidiéndome más. Me desnudé y lo besé hasta una felación que se derramó en mi pecho. Felipe gemía y temblaba, estaba tan intoxicado de sexo oral, que su clímax le invalidó todo acto razonable y no tuvo más que asfixiar su silencio para poder gemir como si el cuerpo se lo estuviera pidiendo…….Fue un frenesí, una eyaculación que lo sumió en tanto placer, que lo sentí rendido, dócil, en su estado más primario, como si su cerebro solo le diera para sentir.

Me vestí y Felipe aturdido con falta de equilibrio y aliento estaba aterrado, no podía creer que yo, después de haberme arrodillado para darle placer, me fuera sin importarme nada. Me retuvo, me insistió, estaba confundido, me dijo que me quedara, que no podía irme, me siguió hasta la salida de su edificio apenas con el pantalón puesto. Y dijo justo lo que quería escuchar para que me marchara con la satisfacción de que había sido tan solo mi capricho erótico, un mortal encantado y subyugado para mi propio placer
“por favor quédate, no me dejes así”…..”Por favor”……..Me fui con una sonrisa más grande que mi ego. No le respondí una sola llamada en los siguientes días, ningún mensaje, nada….El siguiente paso lo daba yo, pero, sería cuando yo quisiera. Este no era ni siquiera el comienzo. La historia apenas empezaba.


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